Una fantasía rockera
que se enciende
si tu ojo
se concentra en mi pupila
es el regalo
que me hace cualquier noche complaciente.

Grito y aquelarre,
salvajada desmedida
de los beats que nos aplastan
con amabilidad.
Son continua tempestad
hasta que nos durmamos,
mientras todo se despierta.

*

Las ondas cenitales
de la pesadilla fresca
que amanecía a mi lado,
en tu cama, demasiado vacía,
aturdían mi glándula blanca.
La negra sacaba ventaja
y segregaba con fuerza
deseos de escapatoria,
furtiva antes
de que el amanecer
se explayase.
¿Dormías o vigilabas
mi caminata neurótica,
en círculos, buscando
cucarachas fugitivas
de mi sueño?
¿Las buscaba,
nacaradas y enormes
en tu cielo raso
o acaso inventaba
retrasos insólitos
que postergaran
la huída?

Incertidumbre.
Mala costumbre
de nuestro amor incierto.
Situación final,
humo,
mero desconcierto
perpetuándose
hasta el infinito.